lunes, 16 de septiembre de 2013

LA RELATORÍA.




Estructura general de la relatoría:
La relatoría consta de las siguientes partes o secciones: 

1.Sobre la temática
Esta sección da cuenta del entendimiento de la temática de los textos por parte del relator según uno de los siguientes aspectos:
Tesis: Describe la tesis o postura asumida por el autor de los textos frente al tema abordado, argumentando el por qué se considera que esa sea la tesis del texto leído.

Nociones y Categorías: Enumera las concepciones usadas por el autor que se derivan de la temática; siendo las nociones las expresiones que se utilizan para hablar de lo real, y las categorías las estructuras formales que permiten la construcción de conceptos.

Conclusiones: Enumera las conclusiones a las cuales llega el autor del texto, justificando por qué se considera que esas sean las conclusiones.

vPREGUNTAS QUE SE RESPONDEN SOBRE LA TEMÁTICA:
v¿Según su criterio cuál es la tesis propuesta por el autor. Expresa de explicita y puntual cuál es la postura y/o compromisos asumidos por el autor frente al tema? y argumenta.
v
v¿Según su lectura como se desarrolla la argumentación? Dar razones que el autor utiliza para sustentar la tesis que se propone y analizar la manera como la organiza.
v¿Según su criterio cuáles son las conclusiones que propone el texto?

Dar las inquietudes y/o sugerencias dadas desde el texto, bien sean preguntas, conclusiones definitivas o problemas sin resolver, analizándolas y mostrando las razones por las cuales se llega a ellas.


2. Sobre la estructuración
En esta sección el relator presenta, organiza y estructura las ideas substraídas de los textos mediante una de las siguientes opciones:
Sentido: Explica el sentido del título del texto leído y analiza su relación con la totalidad del texto.
Mapa conceptual de los textos: Realiza una síntesis de la totalidad del texto leído mediante un mapa conceptual.
Qué se citaría del texto: Se enumeran una serie de apartados que se citarían del texto leído y se argumenta el por qué.

PREGUNTAS QUE SE RESPONDEN EN LA ORGANIZACIÓN:
¿A  su juicio cuál es el sentido e implicaciones del título de la lectura?
Explicar el sentido y analizar su relación con los aspectos tratados en le texto.
¿Cómo representaría la estructura del texto?
Sintetizar el texto utilizando un modelo de esquematización en el que se vean las partes en las que está dividido el texto.
¿cómo considera que el uso del lenguaje incide enla temática expuesta en el texto?
A partir de ejemplos del uso del lenguaje demostrar como influye el la exposición y sentido del lenguaje.

3. Sobre la proyección de la lectura.
En esta sección el relator proyecta la lectura mediante alguna de las siguientes opciones:
Nuevas Ideas: Presentan las nuevas ideas que surgieron en el proceso de lectura y demuestra como encajan o no con concepciones anteriores.

Relaciones de la lectura: Se presentan las relaciones que se hacen a partir de la lectura con otras concepciones y se justifica como estas contribuyen al perfeccionamiento de dichas concepciones.

PREGUNTAS QUE SE RESPONDEN EN EL PROCESO DE LECTURA:
¿qué nuevas ideas descubrió?
¿qué no entendió?.
¿qué citarías del texto?
Escoger frases del texto que lo hayan conmovido y explicar.
¿Cuál fue su proceso de lectura?
Reconstruir la forma como leyó el texto y proponer un modelo de lectura correspondiente.

EJEMPLOS DE RELATORIAS: Los encuentran aquí.














martes, 13 de agosto de 2013

PARA GRADO SÉPTIMO:
AQUÍ ENCUENTRAN LA EXPLICACIÓN DADA EN CLASE. MAPA CONCEPTUAL.


CUADRO SINÓPTICO:

GRADO 9.
AQUÍ ENCONTRARAS EL TEMA DE LA DESCRIPCIÓN.
http://www.materialesdelengua.org/LENGUA/tipologia/descripcion/descripcion.htm


 
    
  INICIO | LENGUA | DESCRIPCIÓN 
    
 
Las descripciones son OBJETIVAS cuando se describe lo que se ve como lo haría el objetivo de una cámara. Las descripciones son SUBJETIVAS cuando además añadimos nuestra opinión, gustos....
 
  
La diferencia entre ambas se puede resumir entre decir ¿QUÉ VEO? (descripción objetiva) o ¿QUÉ ME SUGIERE? (descripción subjetiva).
 
    
  EL AUTORRETRATO LITERARIO 
   
  
El autorretrato es la DESCRIPCIÓN de una persona hecha por ella misma. Se trata de una descripción subjetiva, pues el autor selecciona y destaca los rasgos que lo definen desde un punto de vista personal.
 
    
  
La literatura ha dado muchos ejemplos de este género. Vamos a leer varios.
 
    
  Autorretrato de Miguel de Cervantes 
    
  
 
"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha , y del que hizo el Viaje del Parnaso , a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria".
Novelas ejemplares
  
  
  
  
  
  
 
   
 
Observa que, aunque es un autorretrato, está escrito en 3ª persona.
 
 
Lee el texto y haz dos columnas. En una sitúa los rasgos físicos y en la otra, los de carácter.
 
   
  
¿Qué rasgos predominan en el autorretrato de Antonio Machado? ¿los físicos o los morales?
 
    
  Autorretrato de Antonio Machado 
    
 
 
RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar. 

El Liberal, 1 de febrero de 1908, sin título.
Campos de Castilla, Madrid, Renacimiento, 1912.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
OTROS
 
  
Autorretrato de Manuel Machado
 
  
 
RETRATO
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy deprisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
 
 
  Autorretrato de Nicanor Parra 
    
 
 
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
De Poemas y antipoem

miércoles, 3 de abril de 2013

GRADO NOVENO

Ospina William.
Es tarde para el hombre. Ensayos.
Como el padre de Buda, la sociedad contemporánea parece empeñada en impedir que sus hijos se enteren de que existen la enfermedad, la vejez y la muerte. Al menos en Occidente cunde una suerte de religión de la salud, de la juventud, de la belleza y de la vida que contrastan con el carácter cada vez más dañino de la industria, cada vez más mortífero de la ciencia y la economía. El instrumento principal de este culto es la publicidad, que cotidianamente nos vende una idea del mundo de la cual tienden a estar excluidos todos los elementos negativos, peligrosos o inquietantes de la realidad. Bellos jóvenes atléticos y felices pueblan ese universo de papel y de luz donde nadie sufre tragedias que no pueda resolver el producto adecuado, donde nadie envejece jamás si usa la crema conveniente, donde nadie engorda si toma la bebida que debe, donde nadie está solo si compra los perfumes o cigarrillos o autos que se le recomiendan, donde nadie muere si consume bien.
Este curioso paraíso de bienestar y belleza y confort, tal vez no tiene parangón en la historia de las religiones, que siempre derivaron parte de su poder de recordarle al hombre sus limitaciones y lo patético de su destino. Pero yo me atrevo a pensar que aun las religiones más despóticas e indeseables se empeñaban en salvar al hombre, eran sinceras incluso en sus errores y sus extravíos, y en cambio, esta opulenta religión contemporánea no es más que la máscara infinitamente seductora de un poder inhumano, que desprecia ostentosamente al hombre y al mundo, y que ni siquiera lo sabe. Esta extraña potestad ha descubierto lo que descubrió Schopenhauer, que el destino del hombre no es más que una cadena de apetitos que siempre se renuevan, un anhelar que no encuentra jamás su saciedad definitiva, un girar eternamente en la rueda de la necesidad y en la ilusión de satisfacerla. Pero ese descubrimiento, que puede llevar a un filósofo a proponer la valoración absoluta del instante, el gozo de lo efímero, y la exaltación del deseo que “siempre recomienza” como el mar de Valéry, ha llevado a la industria a aprovechar esa condición humana para los atroces designios de una acumulación ciega y sórdida.
Los valores que la humanidad exaltó durante siglos como formas ideales o especialmente gratas de su existencia, la juventud, la salud, la belleza, el vigor, terminan siendo utilizados como señuelos para inducir a los hombres a un consumo cada vez más artificial e injustificado. Vemos a esas hermosas muchachas que vacilan entre el pudor y la ostentación, en la más tentadora de las fronteras; vemos esos jóvenes andróginos que copian los gestos de los mármoles clásicos; vemos esas parejas como sorprendidas en los umbrales del amor y el deseo; todo es allí tentación y sensualidad, todos esos cuerpos están ofrecidos, a la vez como promesas y como paradigmas de una vida plena y feliz en la que nunca cesa el ritual, donde la plenitud no tiene pausas, donde el amor no vacila, donde la vitalidad no fatiga y la belleza no parpadea, en su estudiosa eternidad de fotografías y películas comerciales, y nos parece que hay una legión de seres trabajando para nuestra felicidad. La magia homeopática funciona. Llegamos a sentir que esa bebida gaseosa nos hará bellos, que esa crema nos hará jóvenes, que esa bicicleta estática nos hará perfectos, que ese alimentos nos hará inmortales; y nuestra existencia llena de imperfecciones, y vacíos, y soledades, parece tocar por un instante el incontaminado reino de los arquetipos. Pero pasa el consumo y la vida sigue su combustión y su desgaste. Renacen los apetitos y no acabamos de entender por qué hay algo en nosotros cada vez más insatisfecho, algo que parece cada vez más indigno y más derrotado. Tal vez nunca seremos tan bellos, aunque compremos todo lo que nos venden, tal vez nunca seremos tan saludables, tan serenos, tan exitosos, tan admirados, tan ricos. Las ilusiones que nos obligan a comprar se revelan inaccesibles, pero finalmente la falla no estará en los opulentos arquetipos sino en nuestra imperfección.
La seducción nos toma por sorpresa aunque no ignoramos que la belleza, como todas las otras virtudes involuntarias, está bajo sospecha. Antes era más fácil saber dónde estaba la belleza. La habíamos aprendido de los mármoles griegos y del arte europeo, sus cánones estaban establecidos: correspondían a la imagen de las razas hegemónicas de la civilización. Ante esos modelos los africanos eran simiescos, los asiáticos pálidos, feos y enanos, los indios americanos toscos y grotescos, los mulatos deformes y los mestizos simples y triviales. Pero el nazismo desenmascaró definitivamente el error de pensar que de verdad ciertas características físicas comportan algún tipo de superioridad morfológica, intelectual o moral. Hemos visto a los pueblos famosamente más civilizados de la tierra profesando teorías estúpidas y secundando crímenes fundados en las más ineptas especulaciones. Y hemos comprendido varias cosas: que cada tipo racial compone su propio ideal de belleza; que las razas puras, con sus modelos de belleza, no son más que curiosidades geográficas; que los crecientes mulatajes y mestizajes de todos los pueblos hacen de la belleza algo mucho más amplio, diverso y cambiante; y que la belleza misma, con todo su poder sobre la cultura, debe estar subordinada a la ética y no puede exaltarse como un valor absoluto y autónomo. Creo que hoy podemos afirmar que todo culto por la belleza física lleva en sí como unas gotas de los más peligrosos fascismos.
Y es justamente así como la publicidad utiliza la belleza para sus fines. Los rostros y los cuerpos que nos ofrece son anzuelos. Cuando creemos morder la brillante sardina, comprendemos que no era más que la máscara del garfio puntiagudo y otra vez hemos caído en la trampa.
Novalis afirmó que “en ausencia de los Dioses reinan los fantasmas”. En ninguna época de la historia humana hubo tal vez tantos fantasmas como en esta sociedad industrial empapelada de íconos, cuyas multitudes pasan los días oyendo voces de vivos y de muertos que son en realidad surcos de acetato y bandas magnetofónicas, deseando seres vivos y muertos que son en realidad mancha de tinta incapaces de satisfacer los deseos que suscitan, viendo vivir a seres vivos y muertos que son en realidad rayos de luz. Lo peor es que cada vez nos miramos menos los unos a los otros porque esos cubos de cristal vertiginosos de imágenes son más interesantes y a la vez no exigen de nosotros más que docilidad y pasividad. Los libros le hacían exigencias a nuestra imaginación, estaban hechos para seres creadores: las artes de la técnica contemporánea sólo saturan y pasman. Por eso puede irrumpir en ellas a cada minuto el fantasma bellísimo, la serpiente del gran capital con la jugosa manzana en la boca, algo que ningún lector de libros soportaría y que todos entenderíamos como una enloquecedora agresión.
La publicidad, además, se depura y de refina. Costó trabajo convencer a los empresarios de que era preciso sustituir esos mensajes torpes, imperativos y obscenos, que entraban en los hogares sólo a incomodar a su público, por mensajes bellos, cordiales y sutiles cuyas órdenes sean las más gratas y más eficaces. Las sirenas del capital cada vez cantarán mejor y ya hay quien piensa que el verdadero arte de la época está en esas apacibles cuñas de autos que no muestran timones ni palancas ni válvulas sino una hoja de sauce resbalando por la superficie llena de reflejos de un lago al ritmo de una música conmovedora. Esos fragmentos idílicos de la naturaleza lleva en algún rincón el inolvidable logotipo exactamente a la manera como el esclavo llevaba la marca del hierro candente. El símbolo está allí para recordarnos que lo que se nos muestra no existe por sí mismo: para recordarnos que el propósito del mensaje  no es invitar a un paseo apacible por los campos sino sugerir la compra de un auto. Para recordarnos quién es el amo.
Nada ignora que el de la publicidad es uno de los lenguajes más autoritarios que existen. El imperativo de todos los verbos pulula en sus mensajes. Compre, vaya, lleve, use, tenga siempre, aproveche, decídase, no olvide, tome, recuerde, disfrute: y todos significan lo mismo: obedezca. Ahora, con el afinamiento de la voz de las sirenas, el mensaje tenderá a hacerse indirecto y a lo mejor la forma imperativa de los verbos cederá su lugar a un lenguaje en el que el emisor aparezca como desdibujado. Entonces el mensaje “Yo soy el mejor” se cambiará gradualmente por “Somos bellos”, “Somos buenos”, “Amamos al mundo”, “Amamos a la humanidad”, no dejes de comprar nuestros productos.
¿Es esto censurable? La sociedad de consumo se vende a sí misma como la gran proveedora. Por fin, de su mano, los hombres hemos entrado en las despensas de un mundo opulento y feliz. Hay libertad de compra, igualdad de precios, fraternidad en el consumo. No parece indiscutible que es mejor optar entre cinco o diez calidades y fragancias de jabón, que estar condenados al negro jabón de la tierra. Que es bueno disponer de bombillas eléctricas, de refrigeradores, de hornos, de muebles, de innumerables cosas que individualmente no podríamos hacer. ¿Cómo se atreve alguien a alzar su voz contra la industria democrática que se desvela por ofrecer a los hombres tantas cosas necesarias, tantas cosas que serían desmesuradamente costosas si no se produjeran en masa? ¿No son las empresas los baluartes de la democracia, los antídotos contra la escasez, los muros que nos protegen de la barbarie y de la miseria? ¿No está llenando al mundo además de mensajes poblados por adorables criaturas que nos recuerdan nuestro deber de ser bellos, de ser jóvenes, de ser saludables y de ser felices?
Yo creo que la humanidad haría bien en desconfiar y en recelar. Es antigua la historia de los poderes que por el hecho de ofrecer algún beneficio se sitúan por encima de toda crítica y se sienten autorizados de todo. Por muchos beneficios (y también esos habría que contarlos) que la industria traiga a las sociedades, no puede situar sus intereses por encima de los altos intereses de la humanidad. Pero la verdad es que el único objetivo del capital es la rentabilidad, la acumulación de riqueza excedente que se reinvierte sin fin. Mientras ese fin sea compatible con el bienestar de sus consumidores, todo está casi bien; pero está claro que en cuanto esos fines entran en conflicto con tal bienestar, no es el capital quien lo advierte ni quien lo corrige. La historia de la industria de los aerosoles, de los pesticidas, de los detergentes y de los plásticos, es el más reciente y alarmante capítulo de la Historia Universal de la Infamia. Y nadie ignora que la primera tentación de la industria cuando se ve bajo sospecha, no es la de filtrar sus gases tóxicos, ni purificar sus desechos, ni modificar sus procesos, ni excluir los ingredientes nocivos, sino recurrir a la voz seductora de las sirenas para distraer al público y disipar las malas sospechas. Por eso cuando una corporación lanza con altos clarines una cuña sobre algún producto no contaminante, o ecológicamente benévolo, la operación suele ocultar muchos silencios sobre el comportamiento del resto de los productos. Nada es más reacio que el capital a alterar su rentabilidad y sus ventajas por triviales consideraciones humanitarias. Y esto por la razón elemental de que el capital es ciego a todo lo que no sean sus procesos elementales de producción, distribución, comercio, reinversión y acumulación. No podemos pedirle al dragón que a la hora del hambre piense en los sentimientos de la doncella que está encadenada al peñasco. Pero la vigilancia se impone, porque la ciencia anda desenfrenada en su afán de saber, sin la menor sujeción a una ética; la técnica anda desenfrenada en su tarea de dominar el mundo, sin la menor sujeción a una ética; y la industria anda desenfrenada en su labor de transformar la materia universal en bienes de consumo, sin preguntarse siquiera qué es necesario, qué es útil, qué es superfluo, qué es dañino, qué cosas nos hacen más civilizados, qué cosas nos hacen más pasivos más bárbaros. Basta que puedan ser anunciadas o vendidas para que las máquinas se desvelen produciendo, los televisores se desvelen anunciando y los supermercados se desvelen vendiendo, en un carnaval derrochador, irreflexivo y frenético. Como si, muertos los sueños, solo quedaran los apetitos. Como si solo fuera deseable y confiable lo que ha sido concebido y producido por la técnica humana. Por eso ya desconfiamos del agradable sistema tradicional y queremos fabricar humanoides en los laboratorios de genética y aun en los talleres electromecánicos. Y hay que ver, al lado de exquisitos artefactos hechos con las omnipresentes sustancias no biodegradables, las incontables tonterías y fealdades que es posible encontrar en los bazares norteamericanos, las infinitas fruslerías que todos compran y nadie usa, las ropas que envejecen sin estrenar en los roperos de los hogares de la sociedad industrial, las carnes en conserva que se descomponen, los aparatos que se desechan al primer desperfecto, los cementerios de escombros que crecen y que pronto harán naufragar la utopía de Metrópolis.
Dócilmente, la publicidad lo anuncia todo, lo aplaude todo y hace uso eficaz de los incontables y a veces pasmosos recursos de las técnicas de comunicación. Con su capacidad de seducir y de condicionar la conducta humana, ha ido invadiendo los espacios del hombre, sugiere o impone productos y marcas, dicta la moda, crea celebridades, traza los estilos y las conductas sociales. Hoy, cuando no aparecer en la prensa o en la televisión equivale a no existir, ese culto de la imagen y del éxito parece convertir la vida verdadera de todos en una realidad de segunda categoría y a los simulacros de la publicidad, como a los simulacros del periodismo, en la única realidad respetable.
Los mensajes ya no requieren argumentos: las técnicas de la seducción sólo exigen afectar gratamente los sentidos y producir en el público la sensación intensa de que sus necesidades serán satisfechas por el producto del que se trate. Era inevitable que, por este camino, hasta las cosas más serias y trascendentales terminaran trivializándose en meras imágenes de seducción. Ya no hay lugar del planeta donde la política no recurra a la publicidad para vender la imagen de sus candidatos. ¿Qué deben éstos prometer? Que lo digan los sondeos de opinión. ¿Deben mostrar carácter, o más bien familiaridad y simpatía? Depende de con quién haya que competir. “Una imagen vale más que mil palabras”, se dice, de modo que más vale publicar las fotografías convincentes y prescindir al máximo de palabras y compromisos.
Fue sobre la publicidad, antes que sobre ninguna otra cosa, que Adolfo Hitler ascendió al poder en Alemania y que su discurso nacionalista y revanchista cundió entre su pueblo. Esto debería bastar para despertar sospechas sobre esta técnica aparentemente neutral. Un instrumento que sirve por igual para imponer perfumes y tiranías, debería exigir toda la vigilancia y despertar un cauto recelo. Pero la humanidad abdica de sus altos deberes de control y de resistencia, y por todo el planeta cunde una plaga de estadistas mentirosos, vacilantes, corruptos, que han idealizado a los medios y que se sujetan a las veleidades de la opinión pública para tomar incluso las decisiones más trascendentales. No hay publicista que no piense que vender un candidato es sustancialmente lo mismo que vender un auto o una bebida gaseosa. Todo es cuestión de la imagen adecuada, del clima de confianza necesario, de los “slogans” singulares cuya función no es resumir un pensamiento, sino ser identificado con claridad y no parecerse a nadie.
Y es a esta manipulación grotesca a lo que llamamos democracia. ¿No estaría loco el que escogiera al capitán de una nave por la fotografía, por la sonrisa, por lo que dicen de él sus allegados? Sin embargo, cada vez más, estamos dejando graves asuntos en manos de los oportunistas menos calificados, gracias a que ya no exigimos programas ni ideas ni compromisos sino imágenes seductoras y sonrisas de éxito.
Con todo, el peor mal que podemos atribuir a la sociedad industrial y a sus sirenas es el contraste entre el universo de fantasía que nos venden y la creciente postración de las muchedumbres que no pueden comprarlo. Como todo cielo, éste tenía que engendrar como correlato un infierno y el infierno son ahora los basureros de la industria y del consumo, donde pugnan por sobrevivir los que carecen de todo, los que no tienen ni belleza, ni salud, ni juventud, ni éxito, ni fortuna; para los cuales el discurso hegemónico de la sociedad opulenta y feliz sería una broma triste si no fuera porque cada vez los somete más a las presiones de in ideal obscenamente inaccesible.
Es fácil encontrarlos ya, en los basureros, o en las calles despiadadas, o en los suburbios ruinosos de lo que se llama el mundo desarrollado; pero sobre todo crecen en las monstruosas ciudades de esto que con jerga de ciencia ficción llaman el tercer mundo. Se entiende que si el éxito y aun la dignidad dependen hoy de la capacidad de consumo, estos seres sean equiparados por la ideología imperante a meros desechos de humanidad. El ameno paraíso parece bastarse a sí mismo y se sustenta en todos aquellos que dóciles a la tentación se esfuerzan por situarse en la respetable zona del consumo. Los autos, los muebles, los electrodomésticos, las tarjetas de crédito los seguros prepagados y las vacaciones anuales confieren a quienes abnegadamente los alcanzan la reconfortable condición de seres humanos, libres de la sospecha atroz del fracaso. Porque el fracaso es el dominio del siglo que agoniza, y sólo se mide en términos de exclusión del paraíso consumista. Podemos ser crueles, mezquinos, desleales, indiferentes al sufrimiento humano, egoístas, avariciosos, descorteses, éticamente deplorables: nadie advertirá en esas penurias el fracaso de su existencia. Pero el fracaso en el adquirir y en el poder sostener el ritmo de la impaciente avidez del capitalismo, equivale a perder el lugar en el orden del mundo. Para quien se despeñe en ese confuso tropel de vencidos no habrá piedad, ni solidaridad, ni cordialidad, ni justicia. Nosotros, los habitantes de este mundo tercero o postrero, no necesitamos el menor esfuerzo mental para saber en que consiste el infierno de la opulenta sociedad de consumo, de la tersa y radiante sociedad industrial: nos basta con salir a la calle.
Pasan con sus sucias mantas al hombro los hijos de la indigencia. Vienen de los basureros o van hacia ellos. Podemos imaginar los paisajes de Apocalipsis donde transcurren sus vidas. Fétidos horizontes sombreados por el vuelo de las aves de carroña, montañas de desechos, el detritus de la civilización, el fruto final del optimismo y del progreso humano convertido en el reino de los últimos hombres. Pasan pues, ante nuestra costumbre. Vienen de la miseria y van hacia ella, y al pasar nos recuerdan, por un trabajo irónico de los Dioses de la justicia, todo lo que la publicidad se esforzaba por hacernos ignorar u olvidar. Que existe la enfermedad, que existe la vejez, que existe la muerte, y que las soberbias torres de nuestra civilización están construidas sobre unos cimientos corroídos por la insensibilidad. Entonces sentimos que allí, donde no están ya los perfumes, sino sus frascos rotos, donde no está ya la música sino sus aparatos en ruinas, donde no está ya la moda sino sus jirones desechos, allí, entre los plásticos indestructibles y junto a los arroyos sucios y espumosos, tal vez se anuncia el mundo verdadero y el verdadero porvenir. Entonces casi entendemos la patética desesperación con que los nuevos fascistas, esos que ni siquiera se atreven a mostrar su rostro, salen en la noche a asesinar indigentes bajo los puentes, a tratar de borrar de un modo estúpido, ebrio de bárbara ineptitud, la evidencia del desorden presente; a tratar de convencerse de que son los miserables los responsables de la miseria. Y entonces comprendemos que tal vez lo que el mundo necesita no son más cosas, más autos, más mansiones, más progreso, más publicidad, sino un poco de generosidad humana, una mirada más vigilante sobre el opulento porvenir que mienten los fantasmas, un poco de honestidad con nuestras almas, y un poco de sensatez en el breve y peligroso tiempo que nos fue concedido.

jueves, 14 de marzo de 2013

ESTUDIANTES DE GRADO 9° QUE VAN A RETROALIMENTAR LA TEMÁTICA DEL PRIMER PERIODO:

En vista  de que las notas más bajitas son en comprensión textual y análisis de textos, les había dicho que leerían otro cuento para trabajarlo en clase; he decidido que el trabajo de clase lo haremos sobre los cuentos ya leídos, los invito a releer: Aceite de perro, Casa Tomada, Macario y Casa de Azúcar, en base a ellos trabajaremos la recuperación. yo tengo los portafolios, pero aquí en mi block están los textos.

martes, 26 de febrero de 2013

GRADO NOVENO

POR FAVOR LEANLO MUY DETENIDAMENTE BUSQUEN EN EL FONDO, REVUELQUEN EL TEXTO ESCARBEN BIEN.

http://biblio3.url.edu.gt/Sopa/2010/SOcampo_casa.pdf AQUI ESTA EL CUENTO

LA CASA DE AZUCAR DE SILVIA OCAMPO.

viernes, 15 de febrero de 2013

GRADO 9.
PARA LA SEMANA DEL 18 AL 22 DE FEBRERO

MACARIO.

DE JUAN RULFO.

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/rulfo/macario.htm



AQUI ENCUENTRAS EL TEXTO. NO LO CONFUNDAN CON LA NOVELA MEXICANA.

domingo, 10 de febrero de 2013

PARA GRADO NOVENO: PARA LA SEMANA DEL 10 AL 15 DE FEBRERO

LA CASA TOMADA. de Julio Cortázar.

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/casatoma.htm


Recuerden que después de leer deben realizar el diario, por favor profundicen, argumenten y usen las citas del cuento para explica sus ideas.

miércoles, 23 de enero de 2013

PARA GRADO 7
LECTURA DEL MES DE FEBRERO
EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA.

DA CLIC EN EL SIGUIENTE ENLACE:

http://hombressinviolencia.org/docs/ARMADURA_OXIDADA.pdf

DESPUÉS DE LEER DILIGENCIAMOS EL DIARIO LECTOR EN CLASE.

DIARIO LECTOR.

FECHA:
TÍTULO DE LA LECTURA:
AUTOR DEL TEXTO:
DESCRIPCIÓN DE LA LECTURA:
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA Y BIBLIOGRÁFICA:
_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
TEMA PRINCIPAL:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
SUBTEMAS:
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
PALABRAS CLAVES:
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

PROPOSICIONES PRINCIPALES DEL TEXTO:
__________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
INTENCIONES COMUNICATIVA DEL AUTOR:
__________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
RELACIÓN DEL TITULO CON EL DESARROLLO:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
OPINIÓN DEL LECTOR FRENTE AL TEXTO LEÍDO:
__________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
CONCLUSIONES A LAS QUE LLEGA EL AUTOR:
__________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
LÉXICO (VOCABULARIO) NUEVO ENCONTRADO EN EL TEXTO:
_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
CONCLUSIONES QUE SE OBTIENEN CON LA LECTURA DEL TEXTO:

domingo, 20 de enero de 2013

FELIZ AÑO 2013.

BIENVENIDOS.

VIAJAREMOS PARA CONOCER OTROS MUNDOS.

Empiezo a compartir con ustedes la literatura que leeremos en este periodo.
grados 8°.

DALE CLICK AL TITULO.



PARA GRADO 9°


Aceite de perro
[Cuento. Texto completo]
Ambrose Bierce
Me llamo Boffer Bings. Nací de padres honestos en uno de los más humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y mí madre poseía un pequeño estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron hábitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio. Para cumplir este deber necesitaba a veces toda mi natural inteligencia, porque todos los agentes de ley de los alrededores se oponían al negocio de mi madre. No eran elegidos con el mandato de oposición, ni el asunto había sido debatido nunca políticamente: simplemente era así. La ocupación de mi padre -hacer aceite de perro- era naturalmente menos impopular, aunque los dueños de perros desaparecidos lo miraban a veces con sospechas que se reflejaban, hasta cierto punto, en mí. Mi padre tenía, como socios silenciosos, a dos de los médicos del pueblo, que rara vez escribían una receta sin agregar lo que les gustaba designar Lata de Óleo. Es realmente la medicina más valiosa que se conoce; pero la mayoría de las personas es reacia a realizar sacrificios personales para los que sufren, y era evidente que muchos de los perros más gordos del pueblo tenían prohibido jugar conmigo, hecho que afligió mi joven sensibilidad y en una ocasión estuvo a punto de hacer de mí un pirata.
A veces, al evocar aquellos días, no puedo sino lamentar que, al conducir indirectamente a mis queridos padres a su muerte, fui el autor de desgracias que afectaron profundamente mi futuro.
Una noche, al pasar por la fábrica de aceite de mi padre con el cuerpo de un niño rumbo al estudio de mi madre, vi a un policía que parecía vigilar atentamente mis movimientos. Joven como era, yo había aprendido que los actos de un policía, cualquiera sea su carácter aparente, son provocados por los motivos más reprensibles, y lo eludí metiéndome en la aceitería por una puerta lateral casualmente entreabierta. Cerré en seguida y quedé a solas con mi muerto. Mi padre ya se había retirado. La única luz del lugar venía de la hornalla, que ardía con un rojo rico y profundo bajo uno de los calderos, arrojando rubicundos reflejos sobre las paredes. Dentro del caldero el aceite giraba todavía en indolente ebullición y empujaba ocasionalmente a la superficie un trozo de perro. Me senté a esperar que el policía se fuera, el cuerpo desnudo del niño en mis rodillas, y le acaricié tiernamente el pelo corto y sedoso. ¡Ah, qué guapo era! Ya a esa temprana edad me gustaban apasionadamente los niños, y mientras miraba al querubín, casi deseaba en mi corazón que la pequeña herida roja de su pecho -la obra de mi querida madre- no hubiese sido mortal.
Era mi costumbre arrojar los niños al río que la naturaleza había provisto sabiamente para ese fin, pero esa noche no me atreví a salir de la aceitería por temor al agente. "Después de todo", me dije, "no puede importar mucho que lo ponga en el caldero. Mi padre nunca distinguiría sus huesos de los de un cachorro, y las pocas muertes que pudiera causar el reemplazo de la incomparable Lata de Óleo por otra especie de aceite no tendrán mayor incidencia en una población que crece tan rápidamente". En resumen, di el primer paso en el crimen y atraje sobre mí indecibles penurias arrojando el niño al caldero.
Al día siguiente, un poco para mi sorpresa, mi padre, frotándose las manos con satisfacción, nos informó a mí y a mi madre que había obtenido un aceite de una calidad nunca vista por los médicos a quienes había llevado muestras. Agregó que no tenía conocimiento de cómo se había logrado ese resultado: los perros habían sido tratados en forma absolutamente usual, y eran de razas ordinarias. Consideré mi obligación explicarlo, y lo hice, aunque mi lengua se habría paralizado si hubiera previsto las consecuencias. Lamentando su antigua ignorancia sobre las ventaja de una fusión de sus industrias, mis padres tomaron de inmediato medidas para reparar el error. Mi madre trasladó su estudio a un ala del edificio de la fábrica y cesaron mis deberes en relación con sus negocios: ya no me necesitaban para eliminar los cuerpos de los pequeños superfluos, ni había por qué conducir perros a su destino: mi padre los desechó por completo, aunque conservaron un lugar destacado en el nombre del aceite. Tan bruscamente impulsado al ocio, se podría haber esperado naturalmente que me volviera ocioso y disoluto, pero no fue así. La sagrada influencia de mi querida madre siempre me protegió de las tentaciones que acechan a la juventud, y mi padre era diácono de la iglesia. ¡Ay, que personas tan estimables llegaran por mi culpa a tan desgraciado fin!
Al encontrar un doble provecho para su negocio, mi madre se dedicó a él con renovada asiduidad. No se limitó a suprimir a pedido niños inoportunos: salía a las calles y a los caminos a recoger niños más crecidos y hasta aquellos adultos que podía atraer a la aceitería. Mi padre, enamorado también de la calidad superior del producto, llenaba sus cubas con celo y diligencia. En pocas palabras, la conversión de sus vecinos en aceite de perro llegó a convertirse en la única pasión de sus vidas. Una ambición absorbente y arrolladora se apoderó de sus almas y reemplazó en parte la esperanza en el Cielo que también los inspiraba.
Tan emprendedores eran ahora, que se realizó una asamblea pública en la que se aprobaron resoluciones que los censuraban severamente. Su presidente manifestó que todo nuevo ataque contra la población sería enfrentado con espíritu hostil. Mis pobres padres salieron de la reunión desanimados, con el corazón destrozado y creo que no del todo cuerdos. De cualquier manera, consideré prudente no ir con ellos a la aceitería esa noche y me fui a dormir al establo.
A eso de la medianoche, algún impulso misterioso me hizo levantar y atisbar por una ventana de la habitación del horno, donde sabía que mi padre pasaba la noche. El fuego ardía tan vivamente como si se esperara una abundante cosecha para mañana. Uno de los enormes calderos burbujeaba lentamente, con un misterioso aire contenido, como tomándose su tiempo para dejar suelta toda su energía. Mi padre no estaba acostado: se había levantado en ropas de dormir y estaba haciendo un nudo en una fuerte soga. Por las miradas que echaba a la puerta del dormitorio de mi madre, deduje con sobrado acierto sus propósitos. Inmóvil y sin habla por el terror, nada pude hacer para evitar o advertir. De pronto se abrió la puerta del cuarto de mi madre, silenciosamente, y los dos, aparentemente sorprendidos, se enfrentaron. También ella estaba en ropas de noche, y tenía en la mano derecha la herramienta de su oficio, una aguja de hoja alargada.
Tampoco ella había sido capaz de negarse el último lucro que le permitían la poca amistosa actitud de los vecinos y mi ausencia. Por un instante se miraron con furia a los ojos y luego saltaron juntos con ira indescriptible. Luchaban alrededor de la habitación, maldiciendo el hombre, la mujer chillando, ambos peleando como demonios, ella para herirlo con la aguja, él para ahorcarla con sus grandes manos desnudas. No sé cuánto tiempo tuve la desgracia de observar ese desagradable ejemplo de infelicidad doméstica, pero por fin, después de un forcejeo particularmente vigoroso, los combatientes se separaron repentinamente.
El pecho de mi padre y el arma de mi madre mostraban pruebas de contacto. Por un momento se contemplaron con hostilidad, luego, mi pobre padre, malherido, sintiendo la mano de la muerte, avanzó, tomó a mi querida madre en los brazos desdeñando su resistencia, la arrastró junto al caldero hirviente, reunió todas sus últimas energías ¡y saltó adentro con ella! En un instante ambos desaparecieron, sumando su aceite al de la comisión de ciudadanos que había traído el día anterior la invitación para la asamblea pública.
Convencido de que estos infortunados acontecimientos me cerraban todas las vías hacia una carrera honorable en ese pueblo, me trasladé a la famosa ciudad de Otumwee, donde se han escrito estas memorias, con el corazón lleno de remordimiento por el acto de insensatez que provocó un desastre comercial tan terrible.


DESPUÉS DE LEER DESARROLLA EL DIARIO LECTOR.

FECHA:
TÍTULO DE LA LECTURA:
AUTOR DEL TEXTO:
DESCRIPCIÓN DE LA LECTURA:
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA Y BIBLIOGRÁFICA:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
TEMA PRINCIPAL:
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
SUBTEMAS:
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
PALABRAS CLAVES:
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

PROPOSICIONES PRINCIPALES DEL TEXTO:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
INTENCIONES COMUNICATIVA DEL AUTOR:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
RELACIÓN DEL TITULO CON EL DESARROLLO:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
OPINIÓN DEL LECTOR FRENTE AL TEXTO LEÍDO:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
CONCLUSIONES A LAS QUE LLEGA EL AUTOR:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
LÉXICO (VOCABULARIO) NUEVO ENCONTRADO EN EL TEXTO:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

CONCLUSIONES QUE SE OBTIENEN CON LA LECTURA DEL TEXTO LEÍDO:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________